La tecnología en los despachos: un deber con la sociedad

Autor: Ignacio Centenera. Corporate Associate en Eversheds Sutherland Nicea. Especialista en derecho mercantil, M&A y regulatorio.


Image courtesy of 
suphakit73 at FreeDigitalPhotos.net

Dijo Henry Ford que “el verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos”. Y razón no le faltó a uno de los grandes visionarios y revolucionarios de la industria de la automoción.

Hoy en día, en un mundo en el que vivimos todos conectados, estar a la vanguardia de la tecnología es algo, digamos, “de especial interés”. Cualquier información la tienes al alcance de la mano. Así, cuando acudes a una reunión, coges tu teléfono móvil y buscas la calle, mientras avisas por un sistema de mensajería instantáneo (al que le dictas por voz) que ya estás de camino. La tecnología nos ha facilitado la vida (también nos ha hecho más “dependientes” de ella, si bien esto no es objeto del presente artículo).

Las nuevas tecnologías han ido entrando, unas veces poco a poco, y otras casi por imposición, y siempre sin que te des cuenta, en tu vida profesional. Y en un despacho de abogados la llegada de nuevos entornos virtuales de trabajo y de colaboración no podía ser menos.

Esta nueva realidad en un mundo como el jurídico, donde siempre se ha caracterizado por estar repletos de papeles, leyes, documentos y más documentos, borradores y más borradores, requiere una adaptación no ya solo del propio despacho en sí, sino también de cada uno de los profesionales, y, quieras o no, es tu deber (el nuestro) buscarlas, hacerlas tuyas y tenerlas presente en tu día a día. La sociedad lo demanda, pero sin olvidar que gran parte de la jurisprudencia y doctrina con la que trabajas se encuentra en las bibliotecas. Por tanto, todo buen abogado que se precie debe conocer cuáles son las herramientas que, al fin y a la postre, facilitan (y mucho) la tarea diaria.

Pero ¿cómo adquirir esos conocimientos? Tienes dos vías para ello: interna y externa. Mientras que la externa es la que recibes de formadores especializados en distintas herramientas (y donde los despachos y las empresas inciden mucho en formar a sus profesionales porque se trata de un elemento diferenciador frente al resto), la interna es la que se adquiere individualmente, esto es, el autoaprendizaje. Ese “trastear con el ordenador” es lo que, en mi opinión, te ayudará verdaderamente a conocer y exprimir diversos programas con los que trabajas día a día, o a saber que poner una negrita es tan fácil como pulsar “Ctrl+N”. Tu obligación radica no solo en estar al día de cuáles son las últimas novedades legislativas (obligación innata de nuestra profesión), sino también descubrir los aspectos más básicos de tus herramientas de trabajo.

Además, la sociedad nos lo reclama, y como abogado que eres y siendo tu función dar un servicio a ésta (no olvides que tu papel es una figura clave en el Estado de Derecho), te van a requerir no solo unos conocimientos sólidos de derecho o un inglés excelente, sino también unas nociones informáticas avanzadas. No relegues la informática al departamento de IT (cuya función y labor, muchas veces oculta, es poco valorada), pues tu papel en el avance tecnológico es clave. Y si Henry Ford lo vio, tú también deberías.