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El prefijo «tele», que viene de la palabra griega τηλε (têle) y que significa lejos, ha cobrado una gran importancia en los últimos tiempos y está integrado en elementos qué a día de hoy son imprescindibles, teléfono, televisión…… Para los técnicos, la teleasistencia marcó un antes y un después. En mis tiempos de técnico la ingesta de kilómetros era constante, hacías cientos de kilómetros semanales para, en gran número de ocasiones, apretar un cable o reiniciar el sistema. La incorporación de los programas de teleasistencia tipo Team Viewer o Logme in (por citar los más conocidos y longevos) permitió que con unos pocos clicks o de manera desatendida, el técnico se pudiera conectar al ordenador del cliente y ver de primera mano qué estaba pasando, Ohhhhhhh maravilla de la técnica.
Con este cambio han venido mucho otros relacionados con el «tele» y el trabajo. De hecho con la nueva ley española, que entra en vigor en mayo, y qué tiene cómo objetivo una mejora en la conciliación de la vida laboral y personal, la unión de ambas palabras tiene más sentido si cabe: «teletrabajo«. En España, según los últimos estudios, el teletrabajo no acaba de enganchar, ¿por qué?, yo tengo mi teoría, que será más o menos compartida por el resto, os la cuento: estoy convencido de qué gran parte del porqué no se extiende más rápidamente es porque cómo dice el refranero español (muy sabio él), el «Ojo del amo engorda al caballo» y en determinadas empresas y sectores la posibilidad de qué el trabajador no esté a la altura de esta dádiva es un pensamiento general. Siguiendo con mi teoría, esto es erróneo, existen herramientas, qué con la nueva ley se van a poner en auge, que permiten fichar o controlar las horas de actividad laboral sin menoscabar la privacidad del usuario. De hecho, existen desde hace muchos años aunque ahora se hagan más visibles. El trabajador puede fichar desde su casa o desde la piscina… y ejecutar su actividad (si esta se lo permite). En las empresas de origen europeo, esta práctica está más extendida, ¿el motivo?, que en sus respectivos países de origen no conocen el término «picaresca», que tan arraigado estaba a nuestra literatura y sociedad desde el Siglo de Oro. La realidad es que hoy, con lo complicado qué está el mercado laboral y con lo europeos que somos, esto se convierte en reminiscencias del pasado.
A nivel técnico el teletrabajo es una realidad, en el portal statista hay dos datos curiosos con respecto a esto. Por un lado vemos que, el número de portátiles en los hogares españoles, ha pasado de un 7,8 % en el 2005 a un 48,5% en 2018; casi la mitad de los hogares encuestados tienen al menos un portátil (estadística aquí). En contrapunto, los equipos de sobremesa han pasado de un 41,4 % en 2007 a un 28,3% en 2018 (estadística aquí). En pocas empresas, salvo casos muy concretos, dotan a los trabajadores de equipos de sobremesa, todos son portátiles, eso quiere decir que se les facilita la movilidad. El movimiento BYOD («Trae tu propio dispositivo») cada vez cobra más fuerza, permitiendo trabajar con tu propio equipo en un entorno que te facilita mayor comodidad. Además, disponemos de nubes y software colaborativo, como teams y slack qué permiten hacer telereuniones, compartir documentos, proyectos, tablones, calendarios y mil cosas más.
Por otra parte tenemos los sentimientos: un trabajador, al qué su empresa le permite en un momento determinado empezar a teletrabajar, desarrolla un sentimiento de agradecimiento hacia la misma (salario emocional), le supone un ahorro de costes personales (desplazamientos, alimentación, aparcamiento…..) lo que genera un segundo sentimiento positivo y por último, el sentimiento de confianza: «mi empresa confía en mi cómo profesional honesto».
Hay muchos motivos para qué el teletrabajo se implante y se extienda en nuestro país, hagamos entre todos que esto sea una realidad.